lunes, febrero 01, 2010

Cosas que suceden

Ésta es la historia de José, un modesto conductor de camiones que transportaba 75 toneladas de combustible muy inflamable por las montañas.
De pronto descubrió que no le funcionaban los frenos.
El camión salió de la carretera por una curva que conducía a un precipicio profundo.
José intentó quitarse el cinturón de seguridad pero la puerta estaba atascada.
Con el extintor golpeó el parabrisas que estalló en mil pedazos. Uno de esos trozos le perforó un párpado y otro se le incrustó en el cuello.
José consiguió saltar y asir una ramita.
El camión estalló con tanta violencia que a su alrededor cayó una lluvia de fragmentos ardiendo.
Aguantó los golpes de las piedras en la cabeza, pero la ramita que lo sostenía era muy pequeña y se rompió. Bajó rodando por el barranco, golpeándose con todas las piedras, hasta que se agarró a un cardo.
Entonces oyó unos gritos.
-¡Tranquilo! ¡Lo vamos a sacar!
Oyó la sirena de los bomberos.
El primero que intentó rescatarlo cayó al vacío y se quebró el espinazo. Otros dos voluntarios murieron.
El grupo de rescate decidió que había que trazar una estrategia para sacarlo de allí, porque era un lugar muy peligroso.
El camionero aguantó varias horas bajo el sol ardiente, que le produjo quemaduras de segundo grado, agarrado al cardo y soportando los picotazos de las avispas que vivían en un avispero junto al cardo.
Llegó un helicóptero. Al maniobrar chocó contra la montaña y el aparato se desplomó. Murieron otras cuatro personas.
Tras 18 horas de arduo trabajo, ¡José fue rescatado!
-¡Gracias a Dios se ha salvado!
-Vamos a puntualizar: yo me salvé gracias a ese cardo. Porque las intenciones de Dios ¡estaban clarísimas!



Por increíble que nos parezca, la realidad supera a casos como el de este chiste tan malo. No creo que exista un destino guiado por una fuerza superior, que hace las cosas porque si. La suerte tampoco existe, quizá el azar, aunque todo se puede reducir a la pura física, psicología, economía, sociología...las cosas pasan por algo, y no por casualidad, sino porque hay un tanto por ciento de circunstancias que hacen posible que sucedan.

Pues bien, a veces ocurren acontecimientos como el del camionero que no solo desafían las leyes científicas conocidas, sino que hacen estallar en mil pedazos los planteamientos mas solidos de la lógica, las matemáticas, la física, y otras menos "exactas" como la psicología o la historia. Son aquellos momentos en los que creemos ver una mano misteriosa que se empeña en que se cumpla (o no) un destino, y recurrimos a esta creencia porque lo racional ha perdido su razón de ser ante dichas situaciones.

Unos les llaman milagros, hay científicos que se ponen a echar números, y descubre que la probabilidad era de una entre 10 trillones. Y a nosotros solo nos queda cerrar los ojos y pensar que no me toque a mi, salvese quien pueda

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